José Luis Sampedro, superglobalizador

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Este fin de semana he podido ver el documental que la serie de televisión española «Imprescindibles» ha dedicado a José Luis Sampedro con el título «Provocando con Sampedro«. Me resulta, como a muchos de vosotros, un personaje entrañable y fácil de querer; pero también es muy fácil ver en él un maestro de generaciones. Su capacidad para trasmitir de un modo sencillo pero penetrante la crítica al sistema de producción que nos ha llevado a una desigual distribución de la enorme riqueza que el ser humano ha sabido atesorar, no deja indiferente a nadie. A muchos de nosotros nos puede parecer que este modo de vida es el único posible, y podemos llegar a creernos que hemos llegado al final de la historia porque ya no hay transformación posible de las condiciones en que vivimos; pero José Luis Sampedro fue un defensor permanente de la idea de que otro mundo es posible. Hasta sus últimos días él estaba convencido de que todo cambiará porque es necesario que cambie. Por eso le llenaba de ilusión y esperanza el movimiento juvenil que en torno al 15M en Madrid y toda España, más allá incluso, clamaba por una manera diferente de hacer política. Él mismo dijo por entonces que le estaban alegrando los últimos años de su vida.

Este documental repasa algunas de las muchas entrevistas que Sampedro protagonizó a lo largo de su vida, y está salpicado de múltiples perlas de un pensamiento crítico y provocador. Me quedo con algo que, aunque no está dicho por él así al pie de la letra, está en el fondo de todo su discurso: que frecuentemente confundimos los medios con los fines. Ponemos la cultura y la política al servicio de la actividad económica cuando debería ser al revés; subordinamos la enorme potencia de la vida al corrosivo poder del dogma y de la moral dominante; ponemos el consumo y la acumulación de bienes materiales por encima del gozo radical de vivir; damos más valor al tener que al ser…

Desde un punto de vista filosófico, uno de los grandes mensajes que Sampedro se preocupó de trasmitir es el de que es muy importante poner cada cosa en su sitio: siempre invitó a los jóvenes a pensar por sí mismos, pero incluyendo a los demás; a ser críticos con el sistema, pero también a comprometerse en cambiar lo que sea necesario para el logro de un reparto justo de la riqueza; a transformar la realidad más próxima a cada uno, pero con una visión globalizadora, con perspectiva de ser humano más que de ciudadano o de consumidor. No es extraño que él se describa como un superglobalizador: Fue muy crítico con la globalización de la economía porque se hizo sobre la base de priorizar el lucro económico sobre la distribución de la riqueza. Le hubiera gustado una globalización asentada sobre la universalización de la justicia, de la educación, de la salud, y de todo aquello que el ser humano ha sabido hacer para mejorar el entorno en que vive. O sea, una globalización basada en la sabiduría de los fines más que en la tiranía de los medios.

 

Papá, yo quiero ser como Stephen Hawking

«>Foto de James Vaughan: «2007… Stephen Hawking floats!»

Hawking Foto de James Vaughan

Parece ser que la frase que titula este artículo es cada vez más improbable en nuestro país. La visita que ha hecho hace unos días Stephen Hawking a Tenerife para participar en Starmus ha traído a las primeras páginas de la prensa unas pocas reflexiones acerca de la situación de la ciencia en España. Uno de los datos mencionados es que en una encuesta de ámbito europeo realizada por la Fundación BBVA, la mitad de los adultos no supo dar el nombre de ningún científico, y sólo uno de cada tres mencionó a Einstein. Newton y Hawking tuvieron peor reconocimiento, a pesar de que este último es una figura incluso en las series de televisión destinadas a público joven, y Newton, el pobre, lleva asociado a la manzana y al árbol cientos de años, y acredita un dilatado protagonismo en los libros de texto de generaciones.

El futuro de la ciencia en España, con unos ridículos presupuestos destinados a educación y una política de «sálvese el que pueda», presenta un pronóstico deprimente. A nuestros dirigentes, aunque sean muy neoliberales y economicistas, ni siquiera les entra el más puro aritmético razonamiento de que cada euro invertido en ciencia e investigación se multiplica sobradamente en las cifras del PIB. A esto también se ha referido S. Hawking cuando denuncia que los jóvenes españoles no van a querer dedicarse a investigación si su futuro es incierto y precario.

Pero lo que me interesa destacar ahora es otras dos afirmaciones, casi sentencias, que ha manifestado Hawking en este encuentro, y que viene repitiendo en sus últimas intervenciones ante los medios. En España concedió la entrevista al periódico «El Mundo», y de ahí se extraen estas citas.

«No hay ningún Dios. Soy ateo.  La religión cree en los milagros, pero éstos no son compatibles con la ciencia.»

Esta primera no deja de ser polémica , y todo un reto, sobre todo para aquellos que se consideren creyentes. No es lo mismo que tu vecino diga que es ateo, pues eso no te afecta tanto; pero que lo diga uno de los máximos representantes del pensamiento científico, tal vez pueda remover tu conciencia y te lleve a pensar qué grado de fortaleza tiene tu fe en Dios. Quizás un creyente se vea movido a reflexionar: ¿es que mi creencia en Dios no puede ser avalada por la ciencia actual? ¿Qué pasa entonces con los científicos que yo conozco que se reconocen como creyentes? ¿Es que viven en una contradicción entre razón y fe? Incluso: ¿es mejor no afrontar esta cuestión para no atormentarse?

Me parece que quien tiene respeto a sus propias ideas no deja de hacerse planteamientos similares. Leer afirmaciones como esta de Hawking es una buena oportunidad para revisar en qué se basan mis convicciones y cómo las puedo justificar. Es una ocasión para ser honesto conmigo mismo y valorar si asumo mis creencias con autonomía o si son una herencia incuestionada. Es una ocasión para atreverme a pensar, según la invitación que nos hacía Kant, para salir de la autoculpable minoría de edad.

Bueno, pues después de ésta, la otra tesis expuesta por Hawking es, si cabe, más turbadora:

«En mi opinión, no hay ningún aspecto de la realidad fuera del alcance de la mente humana.»

O sea: el ser humano puede comprenderlo todo. Por un lado, es muy estimulante tan alta estima de la capacidad humana para comprender el cosmos; pero, ¿no habíamos quedado en que cada avance del conocimiento nos abre las puertas a nuevos interrogantes que, en realidad, hacen evidente nuestra creciente ignorancia? ¿No habíamos quedado en que el ser humano, en el propio acto de conocer, transforma la realidad al darle forma según su propia estructura lógica de pensamiento? Y si esto es así, ¿no quiere eso decir que siempre habrá aspectos de la realidad que se escapen al alcance de las capacidades humanas? ¿Hemos de volver acaso a aceptar la tesis hegeliana de que «todo lo real es racional y todo lo racional es real»?

¿Será cierto que llegará el momento en que todo sea conocido por el hombre y no haya cabida para el «misterio», eso que desde el inicio de los tiempos ha acompañado al género humano? Tal vez estamos dando respuesta a la exhortación que en el siglo pasado pensó Wittgenstein para la filosofía (y tal vez la ciencia): la filosofía «debe delimitar lo pensable y con ello lo impensable. Debe delimitar lo impensable, dentro de lo pensable». ¿Ha querido decir Hawking que no hay nada impensable?

En fin, ya que resultan tan incitadoras las opiniones de este eminente físico teórico, no me resisto a dejar a continuación 25 frases de S Hawking para reflexionar que Fernando Pino ha seleccionado con su Ojo curioso, un interesante blog acerca de muchas cosas interesantes.

5 de octubre, Día Mundial de los Docentes

Invertir en futuro Invertir en docentes

Soy profesor, es verdad, y celebro este día con emoción; pero hoy quisiera expresarme como padre y como estudiante que he sido, soy, y siempre seré: doy gracias a todos los docentes con los que he tenido la suerte de aprender, y a todos los que han dado a mis hijos esa oportunidad.

El lema de este año es todo un toque de atención para aquellos, cada vez más numerosos en nuestro país y entre nuestras autoridades, que todavía piensan que la educación es un gasto: «Invertir en el futuro, invertir en docentes».

¿Se puede decir más claro? Palabra de la ONU.